Al principio, los peregrinos vestían ropas comunes al resto de viajeros. Poco a poco, la indumentaria fue concretándose en un abrigo corto que no estorbaba el movimiento de las piernas, una esclavina o pelerina de cuero que protegía del frío y la lluvia, un sombrero redondo de ala ancha y un bordón más alto que la cabeza con punta de hierro. Colgada de él, una calabaza hacía las veces de cantimplora. A su regreso, el peregrino guardaba sus vestidos, sombreros y bordones como piadoso recuerdo, ejemplo para sus descendientes, o bien los daba a alguna iglesia de su devoción, como exvoto y señal de agradecimiento por haber podido regresar indemne de los peligros del viaje.

La esportilla y el bordón: eran los dos atributos característicos del peregrino, así como la calabaza y el zurrón. La esportilla es un saquillo estrecho de piel con la boca siempre abierta y no atado con cordones. El bordón es un palo redondo o bastón de longitud variable, generalmente terminado en un pomo y provisto de una contera puntiaguda de hierro que servía como defensa contra lobos y perros, y al mismo tiempo de apoyo y ayuda en la marcha en los pasos difíciles. La calabaza unas veces se cuelga del bordón y otras al costado o la cintura.

La vieira: no se trata de una concha cualquiera, sino la denominada "pecten jacobeus", habitual en los mares de Galicia, que se prendía a la ropa para autentificar la estancia en la ciudad del Apóstol en el camino de regreso; se convirtió muy pronto en la insignia del peregrino

Hoy en día el viajero ha sustituido el zurrón por la mochila y los tonos pardos de la indumentaria por una multicolor combinación de camisetas y chubasqueros, pantalones cómodos y zapatillas deportivas o botas de monte. Pero también gusta llevar, cosida sobre sus pertenencias o colgada al cuello, la hermosa vieira.


¿Te animas a hacer el dibujo de un auténtico peregrino?

Sólo tienes que seguir las "instrucciones" del texto

¡Y no te olvides de poner el nombre a cada pieza de la indumentaria!

LOS REFRANES DEL CAMINO


¿Se te ha ocurrido pensar de qué hablarían los peregrinos cuando iban por el camino de Santiago?

Casi siempre iban solos, ya que cada uno hacía el camino por sus intenciones, pero, ¿de qué podrían hablar cuando iban varios juntos?

Seguro que cuando vas, por ejemplo, de excursión o de viaje con tu familia jugáis a las adivinanzas, al veo-veo, a los colores, etc.

Pues se nos ha ocurrido pensar que tal vez los peregrinos, a ratos, tuvieran juegos parecidos.

¿Podrías tú sugerir algunos?.


Te proponemos uno: Buscar refranes. Ya sabes que los refranes encierran mucha sabiduría popular.

Aquí tienes unos sobre el camino. ¿Sabrías explicar qué nos quieren decir?:



  • Camino de Santiago, tanto anda el cojo como el sano

  • De lo pintado a lo vivo, hay cien leguas de camino

  • Compañero ingenioso hace el camino corto

¿Qué es la "venera"?




Todas las peregrinaciones, sin excepción, poseían toda clase de objetos característicos, recuerdos de las mismas, en muchos casos objetos santos o santificados. A veces eran piedras de los edificios santos, piedras de las tumbas, agua del Jordán, aceite de las lámparas que ardieron ante sus altares, velas quemadas ante la tumba de Cristo, limaduras de hierro de las cadenas de San Pedro, etc.


La peregrinación a Santiago durante los siglos XI y XII posee enseñas propias, entre las que sobresale el uso de veneras o conchas como gran atributo jacobeo. El uso de estas conchas fue tan frecuente en el peregrino jacobeo, que formaba parte de su indumentaria decorativa en el traje de romero, en la esclavina, en el sombrero.


No se sabe con seguridad cuál fue el motivo del uso de la venera. Probablemente, en un principio tenía como función la de ayudar a beber al peregrino.


Lo que sí es seguro es que la concha de viera pasó a llamarse “Concha de Santiago” porque cuando los peregrinos llegaban a Santiago de Compostela, se les entregaba un pergamino que los confirmaba como peregrinos y se les colocaba sobre su sombrero y capa la concha de vieira, que es de suponer que “entre otras cosas”, demostraba su estancia en Santiago, de modo que de regreso a sus pueblos de origen no quedaba duda de su “logro y méritos personales”.


De hecho, existía un importante mercado en la ciudad de Santiago en torno a la comercialización de las conchas de vieira, cuya venta fuera de esta ciudad estaba escrupulosamente prohibida bajo amenaza de excomunión de la Iglesia Católica. En los distintos establecimientos de la ciudad se vendían no sólo conchas auténticas traídas desde las playas de Galicia, sino toda una variante de pequeñas conchas peregrinas en distintos materiales que se vendían a modo de “souvenir”, amuleto y recuerdo para los familiares y amigos de los peregrinos y visitantes de la ciudad.


Desde un punto de vista religioso las conchas, acomodadas a manera de dedos, se dice que significan las obras buenas, en las cuales el que dignamente las lleva debe perseverar, por tanto, como el peregrino lleva la concha, así cualquier humano mientras esté en el camino de la vida presente debe llevar el yugo del Señor, esto es: debe someterse a sus mandamientos.

LEYENDAS DEL CAMINO


Existe una leyenda que intenta dar una explicación a la elección de la vieira como símbolo jacobeo:


Se cuenta que sucedió en las inmediaciones del lugar donde se varó la barca que transportaba los restos del apóstol Santiago desde Palestina.


Al parecer, tras la celebración de una boda, iba la comitiva acompañando a los novios siguiendo la tradición que mandaba regresar caminando desde el templo hasta el hogar de la novia, donde se celebraría el banquete. El recorrido discurría por la playa, que presentaba un gran oleaje. En un momento determinado la comitiva distinguió en el horizonte una barca a la deriva que se acercaba a la playa corriendo serios riesgos de naufragar. Ante esta visión el novio, que cabalgaba junto a su esposa, se decidió a acudir en ayuda de los apurados navegantes y se internó en las aguas sin desmontar de su caballo. Una gigantesca ola lo arrastró hacia las profundidades y, viéndose perdido, invocó a los cielos ayuda.


Inmediatamente sintió una extraña fuerza que lo arrastraba hacia la orilla. Caballo y jinete pisaron tierra firme justo en el momento en que la barca que transportaba los restos del Apóstol alcanzaba la orilla. Al salir de las aguas, toda la comitiva pudo observar que, tanto jinete como cabalgadura, estaban completamente cubiertos de conchas de vieira.


Todos los presentes consideraron la salvación como un milagro debido a la intercesión del cuerpo que se transportaba en la barca y quedaron así indisolublemente unidos para siempre la imagen de Santiago con la concha de vieira.


Esta leyenda intentaría, por tanto, explicar la elección de la vieira como símbolo de la peregrinación a Santiago, realizada por el mismísimo Apóstol.